domingo, 13 de enero de 2008

Y los hombres...esos bichos raros



“...comprometido con no comprometerse...”


Serrat





A cierta altura de la vida se supone que una ha vivido algunas experiencias, aunque eso no signifique una garantía para evitar golpearse.
Los hombres en general viven para sí mismos, sobre todo después de cierta edad, quizás sea por su esencia masculina, pero son muy pocos los que tienen actitudes que en una mujer son moneda corriente.
Se los podría clasificar en clases, pero en general un elemento casi común es que rehuyen el compromiso. Están los llorosos, los que todo les sale mal, los que siempre son engañados por las mujeres o sufrieron tantos desengaños que no pueden, están más allá… ¿de dónde? Ni idea. Ni ellos tampoco. Desean una vida tranquila, nada que los perturbe, seguir la estructura que se han preparado cuidadosamente. Pero, obviamente nos necesitan, si no con quién harían el amor, que parece que es una de las pocas virtudes que puede tener una mujer: ser buena en la cama, olvidando que la mujer es buena si tiene alguien al lado que la motive, nuestros mecanismos son distintos y el llegar al orgasmo tiene que surcar por otros carriles antes de poder consumarse. Si se siente frío, si el corazón no logró calentarse, difícilmente el cuerpo lo haga. Necesitás el verso, por lo menos eso. Salvo que te encuentres con un amante experimentado que sepa dónde, cómo, que adivine, que pueda comprender qué fibras movilizan a una mujer. Puede ser un tipo que en lo que tiene que ver con los sentimientos sea nulo, pero dentro de su egoísmo hay algo que no coincide con esa actitud, ve a la mujer como alguien que también merece placer, que tiene otros tiempos y te hace una ceremonia tan prefabricada, crea un escenario tan perfecto que te hace pensar este tipo es generoso, lástima que el único lugar donde lo ejerza sea en la cama. Una mujer puede estar llena de problemas, no alcanzarle la plata, pelear con sus hijos, tener conflictos en lo laboral, estar reventada después de todo un día limpiando, laburando, haciendo trámites, compras, pero recibe el mágico llamado y las energías le brotan, se da un baño, se pone hermosa y se olvida de todo para estar con él. El hombre no, si está cansado, sigue así, te vomita sus problemas, mientras está hablando pensás “si supiera todo lo que me pasó hoy”, “si supiera que mi tarjeta está por explotar”, en fin, qué bueno sería que me escuche, pero están tan metidos en sus propios problemas que ni se les cruza por la cabeza. Son los reyes de la creación, ellos dominan, son centro, muy pocos son los que saben escuchar así que ni te molestás en hablar, cualquier cosa después llamás a una amiga que sabés que te prestará atención.
- Perdonáme pero es que estoy tan mal - te dicen después de haber hablado media hora sin interrupción, sólo algún comentario aclaratorio de tu parte o algún consejo que te brota porque te ponés en su piel y te surge el deseo de ayudar.
- Está bien, entiendo -
- Ah... vos ¿cómo estás? -
- Bien - qué podés decir después de todas las tragedias que escuchaste.
- Qué suerte - y no investigan más no vaya a ser cosa que se te ocurra contarle otro problema, con los de él le sobran.
Te llaman por teléfono contándote los problemas en el trabajo, más graves que cualquier cosa en la vida, a vos que te costó horrores superar los tuyos para que no se sumen a otros, que lograste después de mucho esfuerzo ponerlos en la lista en tercero o cuarto lugar para no empantanarte más la vida. Te hacés cargo de los de él como si fueran propios. Así somos las mujeres. Aunque trabajemos y sea nuestro medio de sustento, el único porque ellos dificultosamente larguen un mango y no por materialista, sólo necesitás protección y esa protección implica que muchas veces precises que te saquen de algún apuro, ni se te cruza por la cabeza que te mantengan y tampoco lo deseás ni lo aceptarías pero una mínima realidad es necesaria.
Estás comiendo en un restaurante y con esa cena vos afrontarías tres o cuatro días de gastos, pero una cosa es gastar ahí y otra darse cuenta que vos solucionarías algún problemita menor con ese dinero.
Algunos quieren fabricarte a gusto, pretenden que dejes de laburar, si te dicen andá a la peluquería y les explicás que no tenés tiempo se ofenden a muerte porque ellos te dan la plata para verte linda pero no por vos, así alimentan su ego.
- Pero cómo, hacéte tiempo - Pensás cómo mierda hago para sacar tres horas de mi día si vivo a las corridas, perder el tiempo en la peluquería, tengo que dar clase, descongelar la heladera, ir al supermercado.
- Prefiero que eso te lo haga una empleada - Pero olvidan darte el dinero, total en tu casa ellos no están pero el pelo lindo sí te lo ven. Si te compran algo es preferible que sea de su gusto, aunque nunca en tu vida hayas usado una remera ajustada te regalan una, vos te sentís como un matambre, la “reina de la bailanta”, te da vergüenza salir a la calle con esa ropa que nunca fue de tu estilo y ellos te miran embobados.
- Vení así, me gusta cómo te queda - No advierten que vos debés vestirte así desde las ocho de la mañana, ir a trabajar disfrazada de Mata Hari para después encontrarte con él como si salieras después de haber estado en un spa todo el día. Ellos te reciben con un pantalón tres talles más chicos y una remera cuatro más grandes.
- Es que en casa me gusta estar cómodo -
- Claro - Te preguntás qué carajo hacés vestida así con un tipo que parece que se propuso estar horrible, al hombre se le disculpa, culturalmente la que tiene que estar linda es la mujer. Vivís preocupada por cómo va a quedarte la ropa interior, si todavía estás aceptable, si cuando debas desnudarte disimularás los rollos. Ellos se desvisten sin problemas, mostrando una panza que parece haber nacido después de veinticuatro horas seguidas comiendo fideos cada media hora rociados con un litro de vino.
- Tengo un poquito de panza pero con dos o tres veces que vaya a jugar al fútbol la bajo - Para bajarla necesitaría jugar el Mundial, la Copa Libertadores y ni aún así creo que pudieran lograrlo.
El trabajo es masculino si las mujeres lo hacen es para no estar en casa que es donde debieran quedarse y dejarse de joder. Ellas tienen que vivir para nosotros, se olvidan que vos no solamente comés cuando estás con él, que la luz te vence y tu casa se queda a oscuras si no la pagás, que cuando le hablás es desde un teléfono del cual pagaste la factura y que pretendés vivir las horas que no estás con él lo más dignamente posible.
- Te llamé al celular, te dejé tres mensajes ¿te gustaron? -
- Muy lindos - ¿Para qué le vás a explicar que tu celular no tiene tarjeta y que los mensajes no pudiste escucharlos? Te pueden decir que te quejás de su falta de romanticismo y cuando tienen un gesto no lo valorás.
Los que están desahuciados son un poco distintos, nadie les da bola, le preguntás ¿de qué trabajás? Y después que te respondieron no entendiste nada, te resuena “estoy desocupado” pero no fue eso lo que te dijeron. En un momento de debilidad le dás tu teléfono. Te llaman veinte veces y les inventás excusas para no verlos, siempre tenés algún familiar enfermo o estás viviendo una tragedia pero no entienden, siguen insistiendo, como estás sola un día aceptás tomar un café, aparecen con un ramo de flores, te toman la manito a pocos minutos de haberte encontrado y si no los frenás te tomarían otras cosas, no querés lastimarlo pero un día se lo decís.
- Mirá, yo estoy enganchada con otra historia, tengo cosas de mi vida aun no cerradas –las mujeres también tenemos nuestros clichés, pero parecen no entender, siguen insistiendo con las llamadas, te negás a atenderlos porque ya no sabés en qué idioma explicarles que no tenés interés pero insisten... hasta que se cansan. Por otro lado están los misteriosos que vienen de una historia terrible de infidelidades, de la que por supuesto ellos fueron víctimas.
- Yo no entiendo por qué, si estábamos tan bien - después que los conocés más íntimamente comprendés a esa pobre mujer que les metió los cuernos, con semejante egoísta hizo bien.
- Yo fui infiel pero a mi mujer nunca le faltó nada - es verdad lástima no que tuvo tu lealtad, lo mínimo que se debe a alguien que se ama.
- Jamás falté a mi casa a cenar - Claro tus aventuras las tenías durante el día cuando ella lidiaba con los chicos, estaba laburando más que vos y te tenía la cena lista, la casa ordenada y tu ropa preparada.
Si no le demostrás sentimientos copiando sus actitudes, el macho se siente herido, ahí se preocupa, te pregunta ochocientas veces “¿qué sentís?” cuando decidís decírselo están tranquilos, ahí por arte de magia decrece su interés y tal vez comiencen su retirada. Siempre te están dando a entender algo, nunca palabras frontales, podría hacer una lista de los latiguillos que usan:
“Estoy muy golpeado”
“Vivo el hoy”
“El futuro no existe”
“Lo más importante son mis hijos”
“No quiero sufrir”
“No quiero hacer sufrir”
“Tampoco quiero estar toda mi vida solo”
“Estoy tan bien con vos”
“No tenés defectos”
“Necesito respirar”
“Me siento asfixiado”
“Me marcaron mis anteriores experiencias”
“No estoy para una relación seria”
“A esta altura de mi vida”
“Si te hubiera conocido antes…”
“Necesito un tiempo” Seguramente cuando llega esa frase ya hay una tercera en discordia. En contraste:
“¿Dónde estabas?”
“Te llamé y daba ocupado”
“¿A qué hora volvés?” “Llamé pero no estabas”
“Tu amiga ¿dónde vive?"
“Te paso a buscar si puedo”, condicionándote para que ni se te ocurra meterles el perro, ellos pueden desaparecer, salir con un amigo, llegar tarde por cuestiones laborales, familiares y porque sí… para eso se es hombre.

Lili Frezza





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