lunes, 21 de enero de 2008

Detrás de las miradas







Miradas
enfrentadas
con miradas
de los otros
bagaje de sueños
cruzados
perdidos
soñados
padecidos.



Intercambio
de sensaciones
utopías individuales
que por definición
no fueron.

Preludios
de amores,
finales
dolorosos,
mágicos
hechizos
noches de verano
sudores
pasionales
sexo inventando
nuevas pieles
nuestras y ajenas
sin rutina.

La rueda
del tiempo
girando
incansable.

Y al escenario,
que la vida
llama
a cerrar cajones
a guardar baúles
a quemar papeles
a mezclarse
con la gente
a cumplir
el deber

de ser.

Lili Frezza

Nada



Fuiste…

Sol, mañana, río, confidencia y abrazo
Mano amiga y consuelo
Reciclando vacíos con tu pequeña magia
Creciendo y a destiempo vestiste desamparos
Antiguos, resentidos y venciendo temores
Recalaste tu barca.

Fui…

Quien desgranó la esencia
De tus impúdicos miedos
Protectora y amante cuidé de tu jardín
Niño gruñón, caprichoso y tirano
Caballero y gentil, perezoso y cobarde
Generoso y avaro, amante y pasional.
Recalé mi barca.

Fuimos…

Dolientes almas que purgaron el pecado
De aquellos que no saben de su mundo cuidar.
Nuestras barcas partieron tomando nuevos rumbos
Adiós a ese amor bueno que no debió morir.

Fuiste…

Quien más prometió, quien más me amó
Quien más me lastimó.

Fui…

Una pompa de jabón
Un barrilete infantil
La arena de un mar de espuma
Y la nada más absurda.

Fuimos…

Dos mentiras sin perdón.

lili frezza

viernes, 18 de enero de 2008

Romualdo el infeliz


Era un hombre tan humilde que se desesperaba por agradar a los demás, aún a costa de su propio yo, al cual pisoteaba por el suelo, adjudicándose los más terribles defectos. Sus frases predilectas:”no sirvo para nada”, “soy un infeliz”, “no sé qué hacer”, “para esto no sirvo, pero… ¿sirvo para algo?”, eran la moneda corriente de sus días.
Al levantarse corría al baño mirando su rostro en el espejo, enfrentándose consigo mismo, imitando la cara que él creía ver en la gente que lo observaba, lo sacaba de su ensueño el grito destemplado de su mujer: - ¡Inútil, salí del baño que llegas tarde al trabajo!- . Desayunaba un gélido café con leche con dos tostadas duras y sin sabor. Se ponía el traje gris de los desgraciados y acudía a aquél empleo mediocre, a sellar, pegar, archivar, siempre lo mismo, ocho horas de oficina donde soportaba estoicamente las bromas de sus compañeros, sin que su cara reflejara el más mínimo disgusto.
Le decían “cara de piedra” pero no por lo caradura, el apodo provenía de la inexpresividad de su rostro, el cual no traslucía ni enojo ni placer.
Era un autómata perfecto, las mejores presas de pollo eran para sus hijos, dos malolientes adolescentes que se aliaban con la madre para hacerle creer que era más inservible aún.
Mañana, tarde, noche, la historia era una rutinaria muestra de la futilidad de su vida.
Hasta que llegó ese día, el de la revancha a solas, pasando luego a una etapa de ensoñación donde “cara de piedra” parecía traslucir el gesto de un genio en la creación de su obra cumbre.
Su apariencia comenzó a cambiar, un día comenzó a retocar los recibos de sueldo sutilmente, se hizo un maestro en la falsificación, su mujer los estudiaba detenidamente y comparaba con el dinero que él aportaba, veía la coincidencia y se quedaba en paz, dándole los pesos justos para los viajes y algún atado de cigarrillos como una concesión real.
Un día en la oficina había descubierto que los sobres insulsos por los que pasaba su sucia lengua, tenían informaciones importantísimas sobre cierta gente a la que podría presionar sin dar la cara, que era lo que más temía, sólo con lápiz y un anónimo papel, contactarse con ellos para pegarles en su lado más debilucho. Ahí comenzó una cadena perfecta de chantajes, su “clientela” crecía y la imagen del hombre se modificaba.
Su jefe estaba contento porque se quedaba más tarde trabajando y eso incrementaba notablemente la clientela de ese correo privado, aumentando las ganancias de ese lugar en que la gente cruzaba sus vidas colmadas de jugosa información, pecados encubiertos y debilidades mucho más insanas que la suya.
La imagen se modificaba a pasos agigantados, desechó ese traje tirándole adrede tinta para sellos, lo cual justificó la compra de uno nuevo y se las ingeniaba para deshacerse de aquella imagen que le corroía por dentro, la del fracasado, dominado y poco hombre. Por medio de ese mismo correo recibía mensualmente la pequeña fortuna que comenzó a amasar despacito y sin brillo, a su estilo, el de los débiles. Más todo esto lo hizo crecer, la cuenta del banco aumentaba y a los seis meses podía considerarse un hombre con una pequeña fortuna.
El plan se desarrollaba en su mente y aquella inteligencia potencial comenzó a desplegarse. Seguía el siguiente paso, no tener que mirar más la cara de esa gorda imponente y de sus flacuchos y granujientos hijos.
Cuando pudo darse el gusto inventó una hora extras que le permitían llegar a casa bien tarde, todos dormían y él era feliz en esas horas del día que se había ganado con esfuerzo, el motor de la bronca lo había encendido, pero el chispazo y sus consecuencias eran cada más impredecibles.
Cerca de la Plaza flores, en el pequeño ambiente, estaba su laboratorio, compró una computadora y ordenó por fichas a su clientela, cada “historia clínica” minuciosamente detallada, era experto en debilidades ya que él mismo las había sufrido más de la mitad de su vida.
Abandonó su trabajo y su casa, y la empresa creció.
“HUMANOS MISERABLES” tuvo sucursales, en esas historia de bajezas, la clientela sumaba contactos y más contactos, el marido engañado, la esposa infiel, el amante temeroso, el miedo del vecino, mi jefe, el mecánico, la viudita de enfrente, el portero maldiciente, uf !!! De todo como en botica.
¿Alguien puede decir que el pecado no da dividendos?
Lili Frezza
noralilianaf@yahoo.com.ar
Publicado por mariazul11 en
5:47

Frente a mí

A cuestas con mi vergüenza,
llegué corriendo a la casa,
encendí el farol mugriento
de mi zaguán casi oscuro,
descubriendo en el espejo
aquel rostro que era el mío.
Pensé en la niña de trenzas
con vestido almidonado,
que inocente y orgullosa,
recibió la comunión.
En el tierno despertar
que me llenaba de gozo,
al ver a mi madre entrar
con la bandeja ya lista,
y las tostadas humeantes
y el beso pronto, infaltable.
Y esas tardes de verano,
en que al salir del colegio,
en el baño de la esquina
tiraba mi delantal,
y abría la cartuchera,
con los gastados cosméticos,
vistiéndome como un mago
con colores de mujer.
O cuando sentí el influjo,
turbador e inexplicable,
que me produjo aquel roce
de unos dedos por mi piel.
Hasta que llegó esa noche,
en que borracha de luna,
en las desiertas arenas
en otra piel me estrené.
Fui creciendo, descubriendo,
palpando el mundo y sufriendo,
a ciegas creí en la gente,
y a menudo me golpearon.
Y como todo se aprende
aprendí bien la lección.
Y cuando ya me creía
de vuelta de cualquier cosa,
llegó ese hombre, no el único,
el básico diría yo.
Y me cambió los esquemas,
derrumbó lo construido,
y sin nuevas fundaciones
me dejó seca y vacía.
Yo estaba ciega y pensaba
que el páramo era una viña,
que la migaja era el pan,
y un vidrio burdo, el cristal.
Me engañaba y lo sabía,
me mentía y no importaba,
por una noche de mieles,
pagaba un río de lágrimas.
Hoy se descorrió el velo
y lo vi tal cual como era,
y la luz que se produjo
me iluminó a mí también,
y pude, sin evasiones,
descubrirme sin tapujos,
y vi esta mujer vencida,
que desfalleció de amor.
Y fue tanta la vergüenza
que corrí sin detenerme,
tan sólo tenía en mente
desprenderme de su abrazo.
Y cuando llegué a mi casa,
aprisa me desnudé,
lavando culpas y agravios,
decidí en aquel momento,
si era preciso morir,
y si lograba vivir,
sin tener su cruel sonrisa,
a medias o plenamente,
recuperar a la amiga,
que abandoné absurdamente:
Mi perdida dignidad.

Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar


domingo, 13 de enero de 2008

Y los hombres...esos bichos raros



“...comprometido con no comprometerse...”


Serrat





A cierta altura de la vida se supone que una ha vivido algunas experiencias, aunque eso no signifique una garantía para evitar golpearse.
Los hombres en general viven para sí mismos, sobre todo después de cierta edad, quizás sea por su esencia masculina, pero son muy pocos los que tienen actitudes que en una mujer son moneda corriente.
Se los podría clasificar en clases, pero en general un elemento casi común es que rehuyen el compromiso. Están los llorosos, los que todo les sale mal, los que siempre son engañados por las mujeres o sufrieron tantos desengaños que no pueden, están más allá… ¿de dónde? Ni idea. Ni ellos tampoco. Desean una vida tranquila, nada que los perturbe, seguir la estructura que se han preparado cuidadosamente. Pero, obviamente nos necesitan, si no con quién harían el amor, que parece que es una de las pocas virtudes que puede tener una mujer: ser buena en la cama, olvidando que la mujer es buena si tiene alguien al lado que la motive, nuestros mecanismos son distintos y el llegar al orgasmo tiene que surcar por otros carriles antes de poder consumarse. Si se siente frío, si el corazón no logró calentarse, difícilmente el cuerpo lo haga. Necesitás el verso, por lo menos eso. Salvo que te encuentres con un amante experimentado que sepa dónde, cómo, que adivine, que pueda comprender qué fibras movilizan a una mujer. Puede ser un tipo que en lo que tiene que ver con los sentimientos sea nulo, pero dentro de su egoísmo hay algo que no coincide con esa actitud, ve a la mujer como alguien que también merece placer, que tiene otros tiempos y te hace una ceremonia tan prefabricada, crea un escenario tan perfecto que te hace pensar este tipo es generoso, lástima que el único lugar donde lo ejerza sea en la cama. Una mujer puede estar llena de problemas, no alcanzarle la plata, pelear con sus hijos, tener conflictos en lo laboral, estar reventada después de todo un día limpiando, laburando, haciendo trámites, compras, pero recibe el mágico llamado y las energías le brotan, se da un baño, se pone hermosa y se olvida de todo para estar con él. El hombre no, si está cansado, sigue así, te vomita sus problemas, mientras está hablando pensás “si supiera todo lo que me pasó hoy”, “si supiera que mi tarjeta está por explotar”, en fin, qué bueno sería que me escuche, pero están tan metidos en sus propios problemas que ni se les cruza por la cabeza. Son los reyes de la creación, ellos dominan, son centro, muy pocos son los que saben escuchar así que ni te molestás en hablar, cualquier cosa después llamás a una amiga que sabés que te prestará atención.
- Perdonáme pero es que estoy tan mal - te dicen después de haber hablado media hora sin interrupción, sólo algún comentario aclaratorio de tu parte o algún consejo que te brota porque te ponés en su piel y te surge el deseo de ayudar.
- Está bien, entiendo -
- Ah... vos ¿cómo estás? -
- Bien - qué podés decir después de todas las tragedias que escuchaste.
- Qué suerte - y no investigan más no vaya a ser cosa que se te ocurra contarle otro problema, con los de él le sobran.
Te llaman por teléfono contándote los problemas en el trabajo, más graves que cualquier cosa en la vida, a vos que te costó horrores superar los tuyos para que no se sumen a otros, que lograste después de mucho esfuerzo ponerlos en la lista en tercero o cuarto lugar para no empantanarte más la vida. Te hacés cargo de los de él como si fueran propios. Así somos las mujeres. Aunque trabajemos y sea nuestro medio de sustento, el único porque ellos dificultosamente larguen un mango y no por materialista, sólo necesitás protección y esa protección implica que muchas veces precises que te saquen de algún apuro, ni se te cruza por la cabeza que te mantengan y tampoco lo deseás ni lo aceptarías pero una mínima realidad es necesaria.
Estás comiendo en un restaurante y con esa cena vos afrontarías tres o cuatro días de gastos, pero una cosa es gastar ahí y otra darse cuenta que vos solucionarías algún problemita menor con ese dinero.
Algunos quieren fabricarte a gusto, pretenden que dejes de laburar, si te dicen andá a la peluquería y les explicás que no tenés tiempo se ofenden a muerte porque ellos te dan la plata para verte linda pero no por vos, así alimentan su ego.
- Pero cómo, hacéte tiempo - Pensás cómo mierda hago para sacar tres horas de mi día si vivo a las corridas, perder el tiempo en la peluquería, tengo que dar clase, descongelar la heladera, ir al supermercado.
- Prefiero que eso te lo haga una empleada - Pero olvidan darte el dinero, total en tu casa ellos no están pero el pelo lindo sí te lo ven. Si te compran algo es preferible que sea de su gusto, aunque nunca en tu vida hayas usado una remera ajustada te regalan una, vos te sentís como un matambre, la “reina de la bailanta”, te da vergüenza salir a la calle con esa ropa que nunca fue de tu estilo y ellos te miran embobados.
- Vení así, me gusta cómo te queda - No advierten que vos debés vestirte así desde las ocho de la mañana, ir a trabajar disfrazada de Mata Hari para después encontrarte con él como si salieras después de haber estado en un spa todo el día. Ellos te reciben con un pantalón tres talles más chicos y una remera cuatro más grandes.
- Es que en casa me gusta estar cómodo -
- Claro - Te preguntás qué carajo hacés vestida así con un tipo que parece que se propuso estar horrible, al hombre se le disculpa, culturalmente la que tiene que estar linda es la mujer. Vivís preocupada por cómo va a quedarte la ropa interior, si todavía estás aceptable, si cuando debas desnudarte disimularás los rollos. Ellos se desvisten sin problemas, mostrando una panza que parece haber nacido después de veinticuatro horas seguidas comiendo fideos cada media hora rociados con un litro de vino.
- Tengo un poquito de panza pero con dos o tres veces que vaya a jugar al fútbol la bajo - Para bajarla necesitaría jugar el Mundial, la Copa Libertadores y ni aún así creo que pudieran lograrlo.
El trabajo es masculino si las mujeres lo hacen es para no estar en casa que es donde debieran quedarse y dejarse de joder. Ellas tienen que vivir para nosotros, se olvidan que vos no solamente comés cuando estás con él, que la luz te vence y tu casa se queda a oscuras si no la pagás, que cuando le hablás es desde un teléfono del cual pagaste la factura y que pretendés vivir las horas que no estás con él lo más dignamente posible.
- Te llamé al celular, te dejé tres mensajes ¿te gustaron? -
- Muy lindos - ¿Para qué le vás a explicar que tu celular no tiene tarjeta y que los mensajes no pudiste escucharlos? Te pueden decir que te quejás de su falta de romanticismo y cuando tienen un gesto no lo valorás.
Los que están desahuciados son un poco distintos, nadie les da bola, le preguntás ¿de qué trabajás? Y después que te respondieron no entendiste nada, te resuena “estoy desocupado” pero no fue eso lo que te dijeron. En un momento de debilidad le dás tu teléfono. Te llaman veinte veces y les inventás excusas para no verlos, siempre tenés algún familiar enfermo o estás viviendo una tragedia pero no entienden, siguen insistiendo, como estás sola un día aceptás tomar un café, aparecen con un ramo de flores, te toman la manito a pocos minutos de haberte encontrado y si no los frenás te tomarían otras cosas, no querés lastimarlo pero un día se lo decís.
- Mirá, yo estoy enganchada con otra historia, tengo cosas de mi vida aun no cerradas –las mujeres también tenemos nuestros clichés, pero parecen no entender, siguen insistiendo con las llamadas, te negás a atenderlos porque ya no sabés en qué idioma explicarles que no tenés interés pero insisten... hasta que se cansan. Por otro lado están los misteriosos que vienen de una historia terrible de infidelidades, de la que por supuesto ellos fueron víctimas.
- Yo no entiendo por qué, si estábamos tan bien - después que los conocés más íntimamente comprendés a esa pobre mujer que les metió los cuernos, con semejante egoísta hizo bien.
- Yo fui infiel pero a mi mujer nunca le faltó nada - es verdad lástima no que tuvo tu lealtad, lo mínimo que se debe a alguien que se ama.
- Jamás falté a mi casa a cenar - Claro tus aventuras las tenías durante el día cuando ella lidiaba con los chicos, estaba laburando más que vos y te tenía la cena lista, la casa ordenada y tu ropa preparada.
Si no le demostrás sentimientos copiando sus actitudes, el macho se siente herido, ahí se preocupa, te pregunta ochocientas veces “¿qué sentís?” cuando decidís decírselo están tranquilos, ahí por arte de magia decrece su interés y tal vez comiencen su retirada. Siempre te están dando a entender algo, nunca palabras frontales, podría hacer una lista de los latiguillos que usan:
“Estoy muy golpeado”
“Vivo el hoy”
“El futuro no existe”
“Lo más importante son mis hijos”
“No quiero sufrir”
“No quiero hacer sufrir”
“Tampoco quiero estar toda mi vida solo”
“Estoy tan bien con vos”
“No tenés defectos”
“Necesito respirar”
“Me siento asfixiado”
“Me marcaron mis anteriores experiencias”
“No estoy para una relación seria”
“A esta altura de mi vida”
“Si te hubiera conocido antes…”
“Necesito un tiempo” Seguramente cuando llega esa frase ya hay una tercera en discordia. En contraste:
“¿Dónde estabas?”
“Te llamé y daba ocupado”
“¿A qué hora volvés?” “Llamé pero no estabas”
“Tu amiga ¿dónde vive?"
“Te paso a buscar si puedo”, condicionándote para que ni se te ocurra meterles el perro, ellos pueden desaparecer, salir con un amigo, llegar tarde por cuestiones laborales, familiares y porque sí… para eso se es hombre.

Lili Frezza





Balance


Rescato de la vida
Seis canciones
Unos ojos negros
Y su primer beso
Una frase de perdón
El sol de aquel verano
El río de mis lágrimas
Cuando te perdí
La inconsciencia
Del sexo adolescente
La sabiduría
De la madurez
el año noventa
y el setenta y tres
las danzas de madrugada
hasta el amanecer
el cafecito temprano
una mirada esmeralda
los poemas que me hicieron
aquellas frases
que nunca me dijeron
y las que escuché
la ilusión por un regreso
una noche de julio
en que el alma
bailaba en mil tonos de azul
la risa de mis hijos
los ojos de mi padre
las ansias desbordadas
por amar otra vez
aquel rubio insolente
esa amiga perdida
las charlas compartidas
donde el cielo se ve.
La música española
Lo frágil de mi cuerpo
El contorneo fácil
Los años del colegio
La risa sin sentido
El idioma inglés
A Freud
Y su inconsciente
Al tiempo de crecerEn una nueva piel.
El olor del asado
De un domingo cualquiera
Los ravioles caseros
De alguna Navidad
Mi familia de entonces
El olor de la lona
El ruido interminable
De máquinas de coser
Mis primeros escritos
Los amigos de veras
La Elegía de Hernández
El Madrid de Joaquín
A Gabo y aquél libro
Neruda y sus poemas
Las novelas de amor
de León y aquél hijo
Pueblo Blanco
Gaona y Boyacá
El café La Humedad
Mar del Plata y las rocas
La Avenida Colón
La bici con rueditas
La plaza San Martín
Un verano en la quinta
A Pichón y su escuela
El grupo operativo
En el que me recibí.
El parque Rivadavia
La barra del club
Los picnis en la playa
El sexo clandestino
El miedo a que nos vean
El Feliz Año Nuevo
De mi niñez
Los amores que fueron
El cuerpito de Luna
Algunos compañeros
Los diálogos de noche
El llanto compartido
y alguna estupidez.
Lili Frezza
noralilianaf@yahoo.com.at




Qué bueno sería



Estoy en un lugar donde no hay aire, oscuro y hermético, acostado y no puedo moverme, apenas cabe mi cuerpo. Una luz cegadora y de repente, me traslado a un patio grande con una mesa larga y sucia y hay varios a mi alrededor parecidos a mí, casi no nos hablamos. Tengo el pelo blanco y muchas arrugas. Me encuentro en una especie de extraña silla con ruedas. Este nuevo lugar es mucho mejor, pero sigo hablando poco, en la casa apenas me hablan pero la comida es más sustanciosa. El que vive aquí y otros que me vienen a ver, me dicen papá y los más pequeños, abuelo. Ya no tengo aquella silla y una mujer duerme conmigo, a veces de noche me acaricia el pelo y eso me reconforta, estamos solos en la casa y leo el diario. Me gusta cuando me dice viejito. Estoy haciendo cola y cuando llego a la ventanilla me dan unos pesos, la mujer parece contenta y me saca el dinero cuando regreso a la casa. Tengo el pelo negro y trabajo en un banco, los domingos veo a esos que me llaman papá, mis imágenes se van aclarando y comienzo a comprender más cosas. Los domingos salgo a correr por el barrio y en la semana a veces me canso mucho, la mujer me acaricia otras partes y yo también la acaricio, tengo sensaciones muy placenteras cuando esto sucede. La mujer habla mucho, ahora insiste con una fiesta en la que debo vestirme de etiqueta, todos están muy excitados. Conozco a mis padres, me tratan dulcemente, voy a un lugar donde encuentro muchas chicas y soy muy enamoradizo. Leo muchos libros que me nutren, en vez de pedirme dinero me lo dan. Soy un rey. Mi imagen se ha modificado, mis piernas funcionan, la casa está siempre muy limpia, a veces mi mamá protesta porque dejo desordenado, pero ella arregla mis bochornos. Llego tarde y tengo siempre comida lista. En las tarde estoy con mis primos con quienes me divierto, una señorita llamada Claudia vestida de blanco me enseña infinidad de cosas. Todos estamos vestidos de blanco. Dejé de caminar pero no me importa, ya no hablo pero entiendo todo lo que me dicen, uso unas telas que impiden que viva mojado, similares a las de hace muchos años, pero estas no molestan, apenas se ensucian me las cambian. Mi papá me revolea por el aire y me ataja, lo que me divierte infinitamente. Dejé de ver al hombre pero la mujer es todo mi mundo, vive pendiente de mí, tomo de su cuerpo un líquido blanco exquisito, me aferro a ella y me siento pleno. Estoy en una habitación blanca, me palmean las nalgas y comienzo a llorar, me siento agotado y desconcertado, una mujer llora y me colocan en sus brazos, los cuales me amparan y sostienen. Voy por un túnel oscuro y arribo a un mar delicioso donde no necesito hacer ningún esfuerzo para respirar ni alimentarme. Estoy flotando, me vuelvo cada vez más pequeñito y…
Dejo de ser.
Lili Frezza