miércoles, 31 de octubre de 2007

Parir arte


Un día te dije “te admiro” y se dice te admiro, por no decir “te envidio”, según dicen.




Aprecio el don eterno de parir arte: melodías, colores, sinfonías, misterio del artista, enclaustradas locuras que se liberan en soledad. El que no posee ese don mágico, ese maravilloso toque, puede no comprenderlo. Aquél que carece de él, pero guarda dentro de sí la sensibilidad de poder apreciarlo, jamás dirá: “Ese loco artista, ebrio de fantasías que son sólo una utopía” Pensará y sentirá ¡Qué dichoso el excelso espíritu del poeta! ¡Qué deslumbrante escuchar un alma que se ofrece en su música! ¡Qué sensación el mostrarse desnudo, cuando una mirada se posa en tu cuadro y descubre que ahí está el pintor mismo, su vida materializada!




El mundo de cuatro paredes. Tal vez una silla y la hoja o un lienzo en blanco. El símbolo eterno de la creación.




El obrero del espíritu labora con todo su cuerpo. Sensaciones, vivencias y sentimientos danzan entrelazados. Pare sus hijos porque son su propia sangre vertida, carne de su carne. Como los que nacen cuando una mujer da a luz. Los frutos son diferentes. El vigor, las ganas, el impulso, los sueños, las ilusiones y la esperanza de crear vida son las mismas.




Los hijos y las obras de arte son creaciones similares, no importa cómo salgan, hay una ineludible necesidad de parirlos.




Lo que se siente, supongo, será similar. Es como personificar a Dios en una obra. Es como decir:”Un poco de mi vida debo desprenderla porque es una carga que no puedo soportar dentro de mí. Si no los engendrara crecerían solos, sino me ahogarían”

Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar

domingo, 28 de octubre de 2007

Juan qué me importa





Lo conocí aquel verano en el que tanto necesitaba reírme y él fue el medio para lograrlo. Desde el principio, presentí que iba a ser un enigma, cientos de preguntas quedaban sin respuestas ante su imperturbable serenidad. El misterio que rodeaba su persona me fue atrapando irremediablemente, su autodominio, su dar sin darse demasiado, su limitado compartir. Yo, que soy de abrir el alma, me sorprendía copiando sus actitudes, me reprimía. Su casa, ordenada, pulcra, sin nada fuera de lugar, era su perfecto reflejo, como lo eran sus prefijados horarios, su rígida rutina, sus estructuras inamovibles.





Mi interés en él fue creciendo, y comencé a sentir la necesidad ineludible de descubrir qué se escondía en ese equilibrio que me crispaba los nervios, o al menos aprender la fórmula para alcanzarlo. Totalmente independiente, autosuficiente en su soledad, para mí representaba mirarme en un espejo al revés. Fantaseando, llegaba preguntarme si detrás de esa figura humana, había sangre, había vida. En fugaces momentos pensaba que sí, pues tenía una enorme capacidad para disfrutar del sexo. No importa su nombre, yo lo bauticé “JUAN QUÉ ME IMPORTA”.





Nos veíamos regularmente hasta que se produjo una ausencia de dos o tres días. Cuando reapareció, telefónicamente, me comentó que había estado enfermo. Yo pensé ¡Aleluya, ésta es la mía! Me ofrecí - siempre ofrezco - llevarle un excelente remedio para su congestión, lo que me obligó a concurrir a la farmacia a averiguar cuál podía ser. Aceptó a regañadientes.





Cuando entré a su casa, lo encontré perfectamente prolijo ¡hasta era prolijo para enfermarse! Me pasó por la mente mi cocina desastrosa, mi desamparo, mi uniforme de enferma (soquetes, un pullover encima del pijama), mi cara desolada, mi impotencia, el miedo a ser despedida aunque el termómetro marque 39°. Fui en plan de samaritana: quería dejarlo limpio, medicado y fortalecido, pero curiosamente terminé cenando algo que él mismo, preparó, luego de lo cual me agradeció mi visita y me fui con la sensación de estar enfermándome.





Luego de otros fracasados intentos, continuaba pensando con envidia “no tiene mujer, ni hijos, ni familia, nada lo ata y está en perfecto equilibrio ¿cómo hará?”





Una tarde lo vi sentado en un bar, llenaba carillas, su cara era diferente, traslucía dolor, pérdida, sufrimiento y... ¡lloraba! ¡JUAN QUÉ ME IMPORTA podía llorar! Él lloraba y yo, paradójicamente, me sentía magnífica. Estuve mucho tiempo observándolo hasta que decidí acercarme. Al verme, su expresión cambió, guardó nerviosamente las hojas en el portafolios y en un segundo volvió a ser el mismo. Pensé que la escena anterior había sido un sueño. Su risa contagiosa, su fino humor, el gesto amable, su habitual serenidad. Otra vez JUAN QUÉ ME IMPORTA.





Él ya formaba parte de mi vida, pero el misterio seguía sin develarse. Ya estaba resignada y hasta dudaba que la escena del bar hubiese sucedido, hasta que una noche en su casa, mientras él ordenaba papeles en la cocina, entré en un cuarto repleto de cosas. Cuando lo advirtió, se puso notablemente incómodo.





-¿Esto es lo que buscabas?- preguntó agresivamente. No pude emitir palabra, ese cuarto era un absoluto desorden, lleno de polvo, objetos encimados, fotos tiradas en el piso, parecía como si hiciese años que alguien no entraba allí. Cerró la puerta con llave y tiernamente me tomó de la mano. Nos sentamos en el living y el silencio se hacía eterno. Tomó mi mano y la besó.





- Sé que buscás mi alma hace rato, pero ella está encerrada en ese lugar. Yo lo decidí así y ahí seguirá. Así es mucho más fácil para mí -







Pasaban las semanas y el episodio de aquella noche nunca más fue mencionado. Desistía ya de poder hacer algo más, cuando una tarde en que llegué a su casa más temprano, impulsivamente decidí tomar la llave del cajón y entrar en la habitación. Mi cuerpo temblaba pero no podía dominarme, el olor a cerrado era insoportable. Abrí las ventanas y comencé por las fotos. Lo vi sonriente, abrazado a una hermosa mujer con un bebé en brazos, lo vi chiquito tomado de la mano de una mujer que supuse era su mamá, lo vi con un hombre grandote de actitud posesiva, lo vi con compañeros de escuela, con grupos de amigos. La expresión de su cara era totalmente diferente a la que yo conocía. Apilé las fotos con sumo cuidado y las dejé a un costado. Encontré entonces arrugados recortes de diarios”: Accidente fatal. Muere una mujer y su pequeño hijo. El marido se encuentra grave.”, fotos de un auto destrozado, su nombre. Sentí frío. Acomodé los recortes encima de las fotos. Encontré las cajas: una llena de juguetes, otra con ropa infantil doblada cuidadosamente; papeles, documentos y decenas de hojas escritas desprolijamente. Aunque me daba cuenta de que estaba invadiendo su intimidad leyendo frases que encerraban una pena y un dolor inmensos, no podía dejar de hacerlo. Con gran esfuerzo y un terrible sentimiento de culpa, estaba por abandonar la habitación, cuando él llegó. Se enfureció, comenzó a tirar las cosas por el aire, rompiendo algunas que, curiosamente, miraba antes. Me insultó, me echó de su casa, pero no me fui, no podía moverme. Frenéticamente metía las cosas en bolsas que luego llevaba a la calle. Lo único que guardó fueron las fotos y algunos documentos. Yo iba tras él, parecía poseído. Me miró con odio



-¿Qué hacés acá todavía? Te dije que te fueras- No respondí, lo seguí al baño. Estaba pálido. Vomitó tomado de mi mano. Lo ayudé a incorporarse y lo acompañé al dormitorio. Lloraba como una criatura, abrazándome, desesperadamente murmuraba nombres, hablaba a borbotones. Cuando por fin pudo relajarse, se quedó dormido. Me recosté a su lado y también me dormí. Al despertarme ya no estaba a mi lado. Lo encontré sentado en un sillón del living.





- ¿Por qué hiciste esto? ¿Cómo hago ahora? - Parecía vencido.



- ¿Cuánto tiempo hace que pasó? -



- Cinco años. No pude afrontarlo ni puedo hoy. No quiero creerlo. No puedo -



- Tal vez éste sea el comienzo, tal vez hayas perdido mucho tiempo, pero creo que es hora de enfrentarte con la verdad -





Lili Frezza



noralilianaf@yahoo.com.ar


Sustitución

Mágicamente nos nació la idea de esa peligrosa y apasionante escapada. Sonreímos los tres de manera cómplice y decidimos que yo iría con él. Vestida con mis mejores galas fui a su encuentro. Rosalía, con su analítica mirada sólo me sugirió que cambiara el bolso y llevara el de ella, ya que no combinaba con mis zapatos. Accedí, guardando en él únicamente mis ansias de aventura dormidas durante tanto tiempo.


Con esa sonrisa de niños sorprendidos en falta comenzó nuestra noche. Tal vez la asignatura pendiente de alguna rata al colegio.


Rosalía y yo tenemos el mismo porte, el pelo negro siempre revuelto y ojitos claros siempre encendidos, por si acaso. Dos mujeres que no supieron dejar en el tiempo a las adolescentes que una vez fueron.


Yo llevo quince tediosos años de matrimonio, ella está sola y estamos casadas por la más sincera amistad.


Yo cumplía un sueño, esos raros sueños que a veces no se cristalizan jamás, pero esa vez, sin previo aviso golpeó a mi puerta, diciendo:” hoy te complazco, úsame”.


Me cité con mi amor furtivo, ese amor castigado pero el más extraño y excitante de todos. Partimos sin rumbo fijo, gozando nada más que por el inicio, la gestación de nuestro camino. De una fantasía deseada, surgió la más hermosa realidad ¡Estábamos juntos! Sin hora de regreso, sin aquellos ojos vigilantes que soportábamos siempre.


Gozamos, reímos, nos nutrimos e incluso hasta alguna lágrima nos sorprendió indefensos. Tanta felicidad nos abrumaba... La música a todo volumen, unidas nuestras manos y nos compramos el mundo. Comenzó a llover y hasta el tic-tac del parabrisas nos susurraba: “Toquen el cielo, no lo dejen escapar”.


Mas, al llegar a una esquina un loco tronchó lo perfecto. Patinaron las ruedas, aquel chirrido insoportable y los frenos no respondieron...


Yo nací y morí esa noche, de él sé que sigue viviendo pero mi presencia lo visita cada noche.


Rosalía ocupó mi lugar. Nada ni nadie se lo impidió. Hoy es María Alicia López de Rivero. Mudamente todos accedieron impulsados por la comodidad de evitar turbadoras explicaciones.


Esa noche había muerto Rosalía Menéndez. Los documentos lo certificaban.

Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar



Extraño negocio


Él recorrería la calle de la ciudad, provisto de aquélla extensa lista. Los nombres y direcciones estaban prolijamente anotados. La primera era la de su casa, su trabajo más difícil, allí imploraría que no lo amaran más, que ni siquiera lo recordaran. Le seguían los demás afectos, desparramados por otros lugares. El trueque era: amor por odio, no mejor, indiferencia. En su casa ya habían aceptado, paradójicamente por amor lo habían hecho. La mayoría de sus parientes y amigos se asombraban, no entendían su propósito. Llegó a visitar alguna novia del pasado, por las dudas, no vaya a ser que le guardara aún un pequeño afecto. En el encuentro con Pablo, su mejor amigo, fue donde encontró más resistencia, pero no logró hacerlo desistir de su objetivo. Caminó dos días enteros hasta que terminó agotado.


Luego tomó el otro papel, temblando de miedo e incertidumbre, llegó a la casa y pulsó el timbre. Lo atendió ella, la mujer con la que había hecho aquel extraño pacto, le entregó la lista con toda la gente que lo había amado, ella sonrió cruelmente complacida. Cuando pudo ver a aquel hombre vencido, acabado, recién le abrió sus brazos. Y él dominado, se entregó feliz...

Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar

A mi hijo por nacer

Estoy comenzando a tejer una historia,
que en su pequeñez encierra la historia del mundo,
y este vientre que aumenta silenciosamente
esconde el misterio expectante del ser.


Hoy estás tomando tus formas, colores,
adquieres más fuerza cada amanecer,
golpeas mi piel, como si desearas,
que yo no olvidara que eres mi habitante.


Y a través del paso implacable del tiempo,
llegará el momento en que te veré,
palparé tus formas, tocaré tu pelo
y ese abrazo tierno será renacer.


Quebrarás los silencios en noches de verano,
te acunaré en mi seno y te alimentaré,
crecerás fuerte y sano, como yo te vislumbro
y un día, sin pensarlo, serás un niño más



Formarás el trío de dulces voces nuestras:
Serás mi tercer hijo, el que se entiende más
.

Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar


Aíra, una perlita


Aíra había nacido un 26 de agosto, el mismo día que Teresa de Calcuta, horóscopos aparte. Fue la niña más dulce de la calle Campichuelo y objeto de numerosas apuestas en su barrio. Algunos hombres se olvidaban de la partida de truco en el club y se reunían en un pequeño barcito, mugriento en Campichuelo y Lezica con su padre, un grandulón medio bobo al que la vida le había dado semejante regalo más el plus de las ganancias que el modo de ser de la nena le proveía.


No lloró al nacer, cosa de la cual sus padres se jactaban, sólo había sonreído al médico como pidiendo disculpas por el trabajo que le había ocasionado. Exageración o no, a Aíra jamás le dolía la panza ni protestaba porque sus pañales estaban sucios. Su madre cronometraba sus mamadas, porque Aíra tampoco lloraba por hambre, cada tres horas se acordaba que debía alimentarla, pero la nena nunca se quejó por algún atraso imprevisto.


Su nombre fue elegido en homenaje a su tía Aída, más el empleado del Registro Civil cambió la “d” por la “r” y así la nombraron de ahí en más. Menuda paradoja porque la ira y Aíra no se conocían. La nena era hermosa, algunos vecinos maldicientes decían que su padre en realidad era un escritor patrón de la madre, a la que ella le hacía la limpieza semanalmente y que fue él en realidad que insistió con el nombre.


-Nunca se queja, no llora, no protesta, no conoce la ira-


María mucho no entendía pero el embelesamiento que le producía aquél muchacho barbudo y tan inteligente hizo que recalcara cada vez que alguien la nombrara de otra manera. Además al bruto de su marido trató de explicárselo pero como no sabía bien de qué hablaba, pegó tres gritos y el hombre obedeció sin chistar. Después de todo a la patrona hay que darle alguna alegría.


Fue perfecta su maduración, la dentición a tiempo, dejó los pañales sin traumas y comenzó a hablar claramente desde el año y medio. Su padre, hombre bastante haragán que vivía de changas, trabajitos poco complicados en el barrio, alguna que otra canilla que goteaba, una pared que debía levantarse, vecinas solas con algún enchufe en mal estado, mensualmente trabajaba hasta pagar las cuentas, cuando lo lograba y su mujer estaba tranquila pasaba sus días hasta fin de mes en el café, no tenía ambiciones, ni sueños elevados, su vida transcurría entre el café, su casa o la de algún vecino y sólo los domingos visitaban a la familia que vivía en la provincia. Su mamá vestía a Aíra como una princesa y sin ser insidiosos, los tres semejaban dos sirvientes con una niña que parecía una reina.


Su escolaridad fue una panacea, era la preferida de sus maestros y la voz de la niña era dulce, se destacaba en la danza y los actos escolares la tenían siempre como protagonista.


El desafío de las apuestas de los hombres era descubrir en Aíra algún gesto obsceno, una mala palabra, algún mal gesto. Por todo esto la niña era vigilada día y noche.


-Alguna travesura debe haber hecho alguna vez, la maestra la habrá retado-


Los informantes eran los compañeritos de clase que inducidos por sus padres la controlaban constantemente, ellos esperaban ansiosos a sus hijos, haciéndole el diario y pesado cuestionario sobre su comportamiento escolar, tratando desesperadamente de encontrarle alguna falla, pero era inútil. Su padre ganaba algunos pesos con esas apuestas:- Te apuesto que va a enojar- Con tal fin inventaban terribles maldades. Una vez Carlitos, el hijo del gordo, llevó al colegio un sapo y en el recreo aprovechó para colocarlo en su cartuchera. Todos estaban al tanto de esto pero cuando Aíra volvió al aula y sacó su lapicera, tranquilamente sonrió y acomodó al sapo tiernamente en el piso, ante los gritos de sus compañeras que huían por los pasillos.


En las vacaciones la niña acompañaba a su madre al la casa del escritor y mantenían largas conversaciones de las que su madre no participaba, no porque no la dejaran sino porque no entendía nada. Allí observaba cambios en su hija, la niña hacía gestos que ella no le conocía, se reía fuerte, cantaba, bailaba para él pero de una manera diferente.


Una tarde e que había concurrido sola Pablo, ese muchacho medio loco que se la pasaba leyendo o escribiendo, que no se despegaba de la computadora, la esperaba sentado en el sillón del living misteriosamente.


-Hola María, necesito hablar con vos, proponerte algo que te convendrá mucho a vos y tu marido y beneficiará a Aira- sin acento como él la nombraba.


-Vos sabés que tu hija no pertenece a este ambiente, que la están convirtiendo en una rata de laboratorio, ella se siente perseguida y así me lo ha confesado, está soportando las miradas y bromas pesadas de todo el barrio y sólo por ser diferente, porque es buena y dulce, ella está sintiendo que el ser de esa forma está mal, ya casi tiene once años y se acerca el momento de su escolaridad secundaria y quiere salir de esta realidad, así me lo ha confesado-


-No le entiendo, si la nena siempre está tan contenta-


-Parece pero no es así, Aira está cambiando y quiere algo mejor para ella, yo puedo y quiero brindárselo-


-Pero señor Pablo, la nena es nuestra hija y bueno…la atendemos como podemos, nunca le faltó nada, bah a veces no sabemos cómo hablarle pero ella no nos protesta, siempre está de buen humor, me ayuda y…- la mujer tomó aire- mi marido la quiere, a su manera pero la quiere-


-María, Aira ha leído mucho, conoce más que muchas mujeres adultas y sabe que acá no quiere quedarse-


-Pero señor a nosotros nunca nos dijo nada-


-No creo que lo haga pero Aira está muy enojada-


La mujer rió burlándose del hombre.


-Nooo, eso no, Aíra no sabe cómo, si nunca se enojó-


-Volviendo al punto, les propongo a vos y tu esposo que me dejen que la guíe para que estudie en un buen colegio, tiene una facilidad increíble para aprender y es un desperdicio, Aira es una nena especial y se está convirtiendo en una mujer bella, inteligente y con muchas posibilidades, sería una pena que se quedara acá, ella me cuenta que hacen apuestas a ver cuando aflojará y será una nena vulgar que se enoje y diga algún improperio-


La mujer se sonrojó.


-Bueno, sí el Pocho juega unos pesitos, pero no tiene nada de malo, después de todo es sin maldad-


-Insisto María tu nena es una perlita, una joya, por su bien, déjenme que sea su mentor-
La mujer entendía cada vez menos, hizo sus quehaceres y se fue enojada con aquél loco que quería quitarles a su hija.


Los días pasaron hasta que a la semana siguiente Aíra, dulcemente pidió a su madre acompañarla a la casa del señor Pablo, a lo que la mujer se negó violentamente.


La nena sin protestar fue a acostarse y a la hora de comer dijo que no tenía hambre era la primera vez que Aíra hacía algo de esa índole.


Cuando el pare volvió del boliche furioso recriminó a la mujer.


-Estas cosas raras, que nadie se vaya a enterar, aposté veinte hoy-


Fue al cuarto de al nena, la levantó de la cama a los empujones y Aíra se sentó a comer sin chistar. Después de la cena fue al baño y vomitó su cena delante de sus padres que la miraban sin comprender qué sucedía.


Se repuso, dijo a sus padres que debía bañarse y luego fue a acostarse sin saludarlos siquiera, con una filosa mirada que no le conocían.


Los hechos se fueron sucediendo cada vez más aceleradamente y los padrs rogaban a Aíra que se comportara como antes, a lo que la nena sonreía burlonamente. Ellos escondían sus conductas, rezando cada noche para que esto no se notara en la escuela, su padre seguía cobrando ganancias de las apuestas que en realidad perdía, vivían escondiéndose y tapando las actitudes rebeldes de la nena que se estaba convirtiendo en una preciosa mujer.


Culminó su séptimo grado con todos los honores, abanderada anualmente, con la actitud humilde de siempre, pero un observador sagaz hubiera advertido en su mirada un fuego que la consumía. Y ese observador era el profesor de artes de la escuela, el señor Pablo que temía por lo que inevitablemente sucedió.


Esa madrugada el barrio despertó sobresaltado, de la casa de los Gómez salían espeluznantes llamaradas, llamaron a los bomberos, pero fue tarde, sus padres murieron carbonizados, a la nena la encontraron sentada en la vereda de enfrente con una lata vacía de nafta y riendo a las carcajadas.

Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar

sábado, 27 de octubre de 2007

Joan Manuel y Joaquín, mi marido y mi amante


Una tarde de sábado de hace no sé cuánto…



Diecisiete años recién estrenados cuando se me aparece aquel long play de portada colorada donde un tímido muchacho de barba se me metió en la piel “DEDICADO A ANTONIO MACHADO POETA”. En ese momento para mí nacía otro poeta. “Se paró mi reloj” adolescente cuando escuché ese decir, y a partir de ese momento supe que iba a ser mi compañero de toda la vida, que viajaría por sus sueños y que ellos se fundirían con los míos.


Y así fue, Serrat me sigue acompañando, es el hombre de mi vida con quien compartí a los otros amores, los reales, cuando era “el “tiempo de amarse a media voz”. Y después de ese “tiempo de lluvia” vinieron las tormentas que azotan a casi todas las vidas, en ese momento aparece el atorrante, el que saca a la luz los más obscenos deseos, mi amante, el del morbo, la curiosidad por lo desconocido, ése por el que vivís en la cuerda floja, donde sós tan feliz manteniéndote como cayendo al vacío.


Ambos tienen tanto en común, cuando me escapé al “boulevard de los sueños rotos” siempre e inevitablemente regresé a tomar el café que la vida me ofrecía a lado de Juanito para luego volar al “bar de la esquina” donde ese macho de sonrisa lasciva me estaba esperando.


Pero regreso al tiempo de mi primer amor, lo he escuchado hasta el cansancio, he descubierto en temas musicales, cosas nuevas cada vez que mis oídos se deleitaban. Recuerdo un simple “Poco antes de que den las diez” con el que tantas muchachas de mi generación nos identificamos, el volver a casa a horario después de haber saboreado las delicias de los primeros besos y caricias atrevidas, poner cara de nena buena…”la niña duerme en casa y en un reloj darán las diez”.


Cuando casi todos los de mi generación escuchaban a la Nueva Ola, Beatles, música beat y rock progresivo con el cual sólo bailaba y divertía, me encontraba con él en ese espacio de noche oscura y descubría a Machado, genio de genios, un poeta que tal vez no todos hubiéramos llegado a conocer sin el empujoncito del Nano.


“Mi infancia son recuerdos de un patio” de la calle Otamendi, la música a todo volumen, con esa voz grave que me penetraba una y otra vez sin que el goce disminuyera y fui “en el buen sentido de la palabra buena” desdeñando la romanza de cantores vacíos de mi época que me movían los pies pero no el corazón, éste sólo pertenecía a él. Y hoy transcurriendo esta “segunda inocencia que da no creer en nada” lo sigo amando con la misma fuerza, en nuestra pareja unilateral, porque él jamás se enteró de mi amor, no hay desgaste ni tedio y su música me seguirá hasta que las moscas revoloteen sobre mis “párpados yertos”.



Se acercaban los treinta y el mundo se estaba dando vuelta, el compartir “sueño, cama y macarrones” me estaba hartando de manera vertiginosa, ya no era la “Penélope” del “bolso color marrón”, estaba advirtiendo temerosamente que en la vida había más, y sentía la necesidad de “sacar de paseo a mis instintos y ventilarlos a sol” y comenzó la etapa de “no dosificar los placeres”. Basta de “esa rutina que te aplasta” afuera la mediocridad, a “derrochar” que se acaba el mundo. “Ay mi amor sin ti no entiendo el despertar”…


Juanito me había acompañado cuando “se me hincharon los pies”, cuando fui “esa muchacha en flor por la que anduvo el amor derramando simiente”, transmití mis frustraciones a mi descendencia, tal como debe hacerse, fui madre, “empapelé el cuarto de azul” y me pregunté – ¿esto es todo?- respondiendo tal mi característica que las estructuras mediditas no eran para mí, que amar también era desangrarse, que unos ojos negros pueden hacerte olvidar las reglas y que violándolas te sentís en algún paraíso desconocido y fascinante. Fue la época de “Pueblo Blanco” tal vez mi canción preferida, de “extraviar los calzoncillos” y salir con “la compra” acompañada de él con “el periódico” a conocer las casitas blancas de mi querida ciudad.


Esto que escribo sólo puede entenderlo quien se haya enamorado de Serrat, los que no “tuvieron el gusto de conocerlo” no podrán entenderlo.



Y aparece el diablo…


Él aparece en mis treinta y pico, nadie comprendía qué era lo que quería decir, yo identificaba cada frase suya conmigo, miraba a mi alrededor pensando cómo es que no se dan cuenta que estamos ante un futuro Quevedo que será admirado por las futuras generaciones.


Y nos dieron la una y las dos…, y yo seguía escuchándolo, dentro mío había varias mujeres que descubría cada vez, hasta poder llegar a ser hasta la Magdalena, guardando yo también no “grasa en la guantera” pero sí miles de subterfugios adecuados para mi nueva situación en la que estos amores paralelos me hacían temblar no pudiendo soportar las “escenas del sofá” ni el “columpio en el jardín”, sólo deseando “morirme contigo si me matas y matarme contigo si te mueres”




Mi marido tiene una visión más paternalista, es el consejero de esa muchacha que se dedica a prácticas non sanctas, es el Yira Yira del Norte “ cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás”, cuando desesperadamente busqués “el pecho fraterno donde morir abrazada”. Lo mismo dice Serrat “por más que te remoces perderás el zapato antes que den las doce”. Estamos ante un magistral letrista de tango, el Discépolo español. “Cuando manyés que a tu lado se prueban las pilchas que vas a dejar” es el “encerrada en tu burdel y sin nada que ponerte”.


Mi amante la ensalza, habla de “su corazón tan cinco estrellas”, de la soledad que puede llenarse buscando en los brazos de “la más señora de todas las putas, la más puta de todas las señoras”. Cuántos hombres sin esa mano amiga, sin la contención de una pareja, vivan en ese rato de amor prestado, una bella historia de amor sin pasado y sin futuro, en un presente en el que “ya no juegas a las damas ni con tu mujer”. Ahí esas prácticas non sanctas tienen el raro sortilegio de la ensoñación misma que se nos hace carne en esas “caderas de leche y miel”. Digamos que esa cenicienta de porcelana ha podido superar los obstáculos de esa vida de placeres convirtiéndose en una reina de la prostitución, pensando que hagas lo que hagas si lo hacés bien, seguís siendo la Señora que vende o regala sexo también para proporcionarles a los que necesiten lo que están buscando. Una samaritana del sexo. Sabina defiende a sus marginales, sabe que la vida no es toda redondita, ni lineal, se sube y se baja, se gana y se pierde.


Ahora están juntos rodando por el mundo, trayéndonos la poesía, la alegría y el desamparo, el amor y el dolor tan juntos como sólo pueden estarlo ellos, con esa humildad que solamente poseen los grandes de verdad, como dos trovadores que trasladan sus experiencias de vida, recreando las fantasías, inventándonos algunas nuevas, llorando por los amores perdidos y festejando los diecinueve días de esas quinientas noches eternas.


Y los amo como ayer, los descubro maliciosamente juntos con esa complicidad de saborear esta madurez de la vida de ellos y mía, penando por esas carnes firmes que ya no están , pero sólo ellos saben que sigo siendo “Lucía”, “Penélope”, “Magdalena”, “Irene” y su esposa y amante más fiel.


A vuestros pies caballeros y “pa’ lo que gusten mandar’.


Lili Frezza

noralilianaf@yahoo.com.ar