domingo, 28 de octubre de 2007

Juan qué me importa





Lo conocí aquel verano en el que tanto necesitaba reírme y él fue el medio para lograrlo. Desde el principio, presentí que iba a ser un enigma, cientos de preguntas quedaban sin respuestas ante su imperturbable serenidad. El misterio que rodeaba su persona me fue atrapando irremediablemente, su autodominio, su dar sin darse demasiado, su limitado compartir. Yo, que soy de abrir el alma, me sorprendía copiando sus actitudes, me reprimía. Su casa, ordenada, pulcra, sin nada fuera de lugar, era su perfecto reflejo, como lo eran sus prefijados horarios, su rígida rutina, sus estructuras inamovibles.





Mi interés en él fue creciendo, y comencé a sentir la necesidad ineludible de descubrir qué se escondía en ese equilibrio que me crispaba los nervios, o al menos aprender la fórmula para alcanzarlo. Totalmente independiente, autosuficiente en su soledad, para mí representaba mirarme en un espejo al revés. Fantaseando, llegaba preguntarme si detrás de esa figura humana, había sangre, había vida. En fugaces momentos pensaba que sí, pues tenía una enorme capacidad para disfrutar del sexo. No importa su nombre, yo lo bauticé “JUAN QUÉ ME IMPORTA”.





Nos veíamos regularmente hasta que se produjo una ausencia de dos o tres días. Cuando reapareció, telefónicamente, me comentó que había estado enfermo. Yo pensé ¡Aleluya, ésta es la mía! Me ofrecí - siempre ofrezco - llevarle un excelente remedio para su congestión, lo que me obligó a concurrir a la farmacia a averiguar cuál podía ser. Aceptó a regañadientes.





Cuando entré a su casa, lo encontré perfectamente prolijo ¡hasta era prolijo para enfermarse! Me pasó por la mente mi cocina desastrosa, mi desamparo, mi uniforme de enferma (soquetes, un pullover encima del pijama), mi cara desolada, mi impotencia, el miedo a ser despedida aunque el termómetro marque 39°. Fui en plan de samaritana: quería dejarlo limpio, medicado y fortalecido, pero curiosamente terminé cenando algo que él mismo, preparó, luego de lo cual me agradeció mi visita y me fui con la sensación de estar enfermándome.





Luego de otros fracasados intentos, continuaba pensando con envidia “no tiene mujer, ni hijos, ni familia, nada lo ata y está en perfecto equilibrio ¿cómo hará?”





Una tarde lo vi sentado en un bar, llenaba carillas, su cara era diferente, traslucía dolor, pérdida, sufrimiento y... ¡lloraba! ¡JUAN QUÉ ME IMPORTA podía llorar! Él lloraba y yo, paradójicamente, me sentía magnífica. Estuve mucho tiempo observándolo hasta que decidí acercarme. Al verme, su expresión cambió, guardó nerviosamente las hojas en el portafolios y en un segundo volvió a ser el mismo. Pensé que la escena anterior había sido un sueño. Su risa contagiosa, su fino humor, el gesto amable, su habitual serenidad. Otra vez JUAN QUÉ ME IMPORTA.





Él ya formaba parte de mi vida, pero el misterio seguía sin develarse. Ya estaba resignada y hasta dudaba que la escena del bar hubiese sucedido, hasta que una noche en su casa, mientras él ordenaba papeles en la cocina, entré en un cuarto repleto de cosas. Cuando lo advirtió, se puso notablemente incómodo.





-¿Esto es lo que buscabas?- preguntó agresivamente. No pude emitir palabra, ese cuarto era un absoluto desorden, lleno de polvo, objetos encimados, fotos tiradas en el piso, parecía como si hiciese años que alguien no entraba allí. Cerró la puerta con llave y tiernamente me tomó de la mano. Nos sentamos en el living y el silencio se hacía eterno. Tomó mi mano y la besó.





- Sé que buscás mi alma hace rato, pero ella está encerrada en ese lugar. Yo lo decidí así y ahí seguirá. Así es mucho más fácil para mí -







Pasaban las semanas y el episodio de aquella noche nunca más fue mencionado. Desistía ya de poder hacer algo más, cuando una tarde en que llegué a su casa más temprano, impulsivamente decidí tomar la llave del cajón y entrar en la habitación. Mi cuerpo temblaba pero no podía dominarme, el olor a cerrado era insoportable. Abrí las ventanas y comencé por las fotos. Lo vi sonriente, abrazado a una hermosa mujer con un bebé en brazos, lo vi chiquito tomado de la mano de una mujer que supuse era su mamá, lo vi con un hombre grandote de actitud posesiva, lo vi con compañeros de escuela, con grupos de amigos. La expresión de su cara era totalmente diferente a la que yo conocía. Apilé las fotos con sumo cuidado y las dejé a un costado. Encontré entonces arrugados recortes de diarios”: Accidente fatal. Muere una mujer y su pequeño hijo. El marido se encuentra grave.”, fotos de un auto destrozado, su nombre. Sentí frío. Acomodé los recortes encima de las fotos. Encontré las cajas: una llena de juguetes, otra con ropa infantil doblada cuidadosamente; papeles, documentos y decenas de hojas escritas desprolijamente. Aunque me daba cuenta de que estaba invadiendo su intimidad leyendo frases que encerraban una pena y un dolor inmensos, no podía dejar de hacerlo. Con gran esfuerzo y un terrible sentimiento de culpa, estaba por abandonar la habitación, cuando él llegó. Se enfureció, comenzó a tirar las cosas por el aire, rompiendo algunas que, curiosamente, miraba antes. Me insultó, me echó de su casa, pero no me fui, no podía moverme. Frenéticamente metía las cosas en bolsas que luego llevaba a la calle. Lo único que guardó fueron las fotos y algunos documentos. Yo iba tras él, parecía poseído. Me miró con odio



-¿Qué hacés acá todavía? Te dije que te fueras- No respondí, lo seguí al baño. Estaba pálido. Vomitó tomado de mi mano. Lo ayudé a incorporarse y lo acompañé al dormitorio. Lloraba como una criatura, abrazándome, desesperadamente murmuraba nombres, hablaba a borbotones. Cuando por fin pudo relajarse, se quedó dormido. Me recosté a su lado y también me dormí. Al despertarme ya no estaba a mi lado. Lo encontré sentado en un sillón del living.





- ¿Por qué hiciste esto? ¿Cómo hago ahora? - Parecía vencido.



- ¿Cuánto tiempo hace que pasó? -



- Cinco años. No pude afrontarlo ni puedo hoy. No quiero creerlo. No puedo -



- Tal vez éste sea el comienzo, tal vez hayas perdido mucho tiempo, pero creo que es hora de enfrentarte con la verdad -





Lili Frezza



noralilianaf@yahoo.com.ar


No hay comentarios: